son ya 62 primaveras en el jardín de mi vida,
gotas de elixir dorado hacen piruetas
danzando entre los días felices,
intercaladas con lágrimas amargas,
que fluyen silenciosas para restañar heridas
la juventud me enseñó que el aroma del amor,
su color y su sabor, son pura canela en rama,
ese amor fresco y salvaje que arrolla todo a su paso
con su fuerza por razón,
la impúdica confianza artífice del abrazo
que germinó vida en mí y desencadenó el milagro
de otro amor aún más sublime, colmando mi corazón
62 rosas de satén y terciopelo, con sus enaguas de espinas,
una pátina de otoño va tiñendo color ocre
los recuerdos que me habitan,
cientos de pétalos marchitos, noches de melancolía
por lo que pudo haber sido, avatares de la vida...
y voy cabalgando el tiempo, derramando en un papel
verdades salpimentadas con notas de fantasía,
sentimientos balanceándose en un péndulo que oscila
entre amores y espejismos, pinceladas de pasión
un puñado de ilusiones deshilachadas
huyen en desbandada perdidas entre la bruma,
pliegan sus alas en la cara oculta de la luna
hasta desvanecerse en la madrugada
miro absorta su hipnótica luz
mientras se me va serenando el alma,
mi jardín se mantiene en duermevela,
luces y sombras aletean perfumando el aire
con una tenue fragancia de rosas de primavera